Cada
enero y en especial los 28, Nuestra América rememora a un hombre ilustre de
marcada educación y cultura inagotable. Una vida dedicada al sacrificio, a
favor de las causas justas, con los pobres y humildes de la tierra. Una existencia,
marcada por su formidable capacidad intelectual, amplio sentido ético y
originalidad literaria enraizada, en su inigualable manera de hacer periodismo.
Varón
de todos los tiempos, cuyas reflexiones constituyen parte indispensable de la
realidad construida y que aspiramos perfeccionar. De pensamiento, revolucionario y latinoamericanista, solamente
comprensible al estudiar las premisas y circunstancias fundamentales que
sirvieron de base para su formación.
Precisamente,
el extraordinario grado de conciencia acerca del sentido latinoamericanista de
su vida y obra, quedó manifiesto en la carta dirigida al director del periódico
“El Progreso”[1]
en la cual expresó:
(…)
“Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus fuerzas y
revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen: Este es mi oficio. Nada
me abatirá, nadie me lo impedirá (…)
Asimismo,
al concebir el concepto de Patria, contaba con todos los hombres de buena
voluntad y donde ser latinoamericano se trataba en primer lugar, de realizar un
esfuerzo integrador, justo y mutuamente ventajoso para todos los pueblos de
“Nuestra América”.
Percepción
que fue más allá del marco económico y que propuso la integración continental para
el fortalecimiento de las economías como parte de un desarrollo sostenible, y
que fungiera también, como bloque político para contrarrestar las aspiraciones
geopolíticas, imperialistas y globalizadoras que caracterizaban la época.
De
igual forma, al proclamar “Patria es humanidad” nos condujo al
fundamento de la solidaridad entre los pueblos e integró en un solo haz a todas las
naciones de latinoamerica. De manera que a largo de toda su obra, encontramos la ferviente necesidad de la
unidad regional, herencia recogida de Simón Bolívar entre otros próceres.
La inacabable
obra del maestro, su pensamiento universal y revolucionario pueden descubrirse
más allá de los libros, pero sobre todo más allá de Cuba.
Las
doctrinas y paradigma del Apóstol tienen un alcance mundial. Se constituyen símbolos
de leyenda, entrega y dignidad que hoy tienen más vigencia que nunca al verse
concretados en la integración que se va gestando. La existencia de instancias,
pactos comerciales, foros alternativos, plataformas de integración, y una organización
regional como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que
estos días celebra su II en nuestra capital, así lo valida.
Unidos
en la diversidad, en la hora del recuento y de la marcha unida, por la
integración de Nuestra América, 33 naciones rinden homenaje al Héroe Nacional
de Cuba en el 161 aniversario de su natalicio.
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