El ruido como
fenómeno al fin, es entendido de diversas maneras atendiendo a las ciencias que
lo estudian. Pero desde el punto de vista del entorno en el cual nos
desarrollamos, lo podemos interpretar como los sonidos
simples o complejos pero disarmónicos y de muy alta intensidad que generan
intolerancia o dolor al oído y una sensación de displacer al individuo.
Este constituye un grave problema
medioambiental, sobre todo si se considera que los niveles de sonido superiores
a una determinada intensidad pueden causar daños físicos.
Andando por la ciudad nos encontramos
numerosas muestras de ello, asociados generalmente a comportamientos indebidos.
Ejemplo el claxon de los trenes.
Al respecto conversamos con Dolores Crespo Hernández, jefa de estación de los ferrocarriles del Cotorro, quien argumenta a pesar de las molestias que ocasiona el claxon de los trenes a los vecinos de la estación es un molestia necesaria porque así lo tienen reglamentado, es decir los pitasos establecidos en cruceros, pasos a nivel.
También constatamos que muchos de los accidentes producidos por alrededores de la estación tienen lugar mayormente por indisciplinas sociales y no por negligencias de los conductores.
Científicamente
se ha demostrado que por debajo de los 80 decibelios el oído humano no presenta
alteraciones definitivas aunque sí, dichos niveles generan molestias pasajeras
denominadas fatiga auditiva, donde los elementos traductores (como el oído
interno) no sufren problemas definitivos. No obstante, cuando la intensidad
supera los 90 decibelios (dB) comienzan a aparecer lesiones que se hacen irreversibles
en cuanto mayor sea la exposición y la susceptibilidad personal.
En este aspecto,
tanto industrias como instituciones juegan un papel importante. En el caso
específico de las instalaciones culturales, donde para recrear el ambiente
colocan y amplifican la música, algunas pueden estar incurriendo en
indisciplinas al afectar a sus vecinos.
Mirella Martínez administradora del Complejo recreativo perteneciente a la Antillana de Acero refiere que anteriormente sí era frecuente los vecinos se quejaran pero en la actualidad existe un convenio que regula los horarios de música en las noches hasta las 11 y 45 respectivamente. En el año solamante, en dos ocasiones la musica se excede de l,os reglamentado en las noches del 31 de diciembre esperando el 1ro de enero y el 25 de julio esperando el 26, día de la rebeldía nacional.
La música alta así
como intensos sonidos, inciden directamente en nuestro medio ambiente
provocando contaminación acústica, y si bien el ruido no se acumula, traslada o
mantiene en el tiempo como las otras contaminaciones, definitivamente puede
causar grandes daños en la calidad de vida de las personas si no es regulada. Por
ello, violentar lo establecido al respecto, se interpreta como una muestra más
de indisciplina social, manifestaciones a las que los cubanos estamos decididos
a enfrentar por el bien de todos y en especial por las venideras generaciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario